Sentaro es un maestro pastelero especializado en hacer dorayaki: una especie de pequeño panqueque relleno con una pasta dulce de frijoles. Su vida es casi ermitaña. Vive solo, consume grandes dosis de alcohol por las noches y se levanta temprano para atender el negocio que le dejaron a cargo.
Él está en busca de un empleado part time que lo ayude y es ahí donde ofrecerá sus servicios, primero una anciana de 75 años llamada Tokue y luego una jovencita adolescente que necesita el dinero. El rechazará a ambas pero la viejecita insistirá y le llevará de muestra la pasta de frijoles que ella hace desde hace más de medio siglo. Sin dudarlo la contratará a pesar de ver la deficiencia que tiene en las manos, muy maltratadas por una enfermedad del pasado.
“Una pastelería en Tokio” es la historia acerca de la experiencia y la sabiduría de nuestros mayores, de la amistad y la solidaridad, del sentirse útil y estar bajo el sol. El disfrutar de la naturaleza, saludar a los árboles y a los pájaros – el local se encuentra en una calle con unos bellísimos cerezos en flor-, pero también habla de los rumores que se esparcen en el barrio, la discriminación y la ignorancia de la sociedad.
Bellísima de principio a fin, con diálogos y actuaciones extraordinarias por su sencillez y mínimos recursos, este film es memorable. La sensibilidad y lirismo de Naomi Kawase demuestra la atención de una directora que hay que tener en cuenta en cada nueva película que realiza.
Juan Pablo Rousseaux | @jeanpaulcine
“Una pastelería en Tokio” - Dirección: Naomi Kawase
Protagonistas: Elenco: Kirin Kiki, Masatoshi Nagase, Kyara Uchida
Duración: 113 minutos