Con una selección que deja de lado la típica línea del relato simple que cuenta una historia con presentación, desarrollo y final, diez cortometrajes nacionales – uno con coproducción japonesa – se proyectaron en el primer día de las competencias oficiales.

En latín, “Circumplector”-tal el título del cortometraje de Gastón Solnicki-, significa “abrazar alrededor”, y lo que abraza el director es una suma de imágenes que remiten a la incendiada Catedral de Notre Dame antes de que la tragedia ocurriera. A modo de presagio, la primera escena refleja el retiro de una de las estatuas de Los Apóstoles, sin cabeza y empuñando un cuchillo. El abrazo es hacia una arquitectura, música y escultura que hay que proteger.

Luego de ver una foto en un diario sobre una serie de incendios forestales en la Patagonia, las directoras Pilar Condomí y Candelaria Gutiérrez deciden ir en busca de esos mismos desastres, como si fuesen cazadores de tornados. Las jóvenes viajan a Bariloche en busca del fuego, pero no lo encuentran, por lo que deben acudir a uno ficticio creado para ellas por el Servicio de Prevención y Lucha contra Incendios Forestales. “El fuego que vimos” no encuentra llamas, sino a un grupo de hombres a la espera de un llamado de alerta, con los celulares como única salida de ese mundo.

José María Avilés dirige “La enorme presencia de los muertos”, donde un trabajador, luego de enviar dinero a su país de origen, deja su teléfono celular en el banco de una plaza. Allí, una joven lo encuentra y no sólo se lo queda, sino que lo utiliza sin importar los mensajes que de él se despendan.

En “Monstruo Dios”, Agustina San Martín asocia varios elementos, como una planta eléctrica, un ganado que huye al sonido de una alarma, una niña, una adolescente y momentos casi apocalípticos. Prácticamente sin diálogos, todo lleva a un relato místico y hasta perturbador.

“Nos devoraba el fuego” presenta una casa abandonada, al borde de la destrucción total, con el pasado y el presente haciéndose eco de los recuerdos de manera casi caótica. Lucía Granda usa ese espacio, sin diálogos, pero narrados a través de los sentidos en un viaje hacia los recuerdos más desesperantes.

Japón es la locación elegida por Ulises Conti para filmar “Persona 5”. Una joven es la encargada de narrar las historias de sus amigos adolescentes, adictos a los videojuegos. Se los ve en plena acción y el no darle importancia a la cámara los filma es claramente lo que pasa con ellos. Nada a su alrededor es importante. Y ese abstraerse del mundo los puede llevar desde la cárcel hasta la muerte misma.

Diego Cremonesi y Demian Salomón forman parte de “Pinball” de Nicanor Loreti. Los protagonistas son secuestrador y secuestrado, que con un diálogo con algo de humor negro sacan algunas sonrisas ante la relación que se genera entre ambos. Parecen distintos, pero la viveza y su tontera, finalmente no los hace diferentes.

En los años 80 en una ciudad de Córdoba, el Grupo Kalas integrado por travestis y transformistas, hacía playbacks de los temas musicales más reconocidos. Era el final de la dictadura, pero otro flagelo nacía y paradójicamente, comenzaba a matar: el SIDA. La Delpi, única sobreviviente de esa época cuenta en “Playback. Ensayo de una despedida” de Agustina Comedi, cómo fueron esos años de esplendor que de alguna forma fueron terminando también con una época que hacía de la amistad, un culto.

Ezequiel Salinas encuentra con “El Suquía”, la manera de reflejar, desde el punto de vista del río que da nombre al cortometraje, cómo el pueblo que lo rodea está lleno de desesperación y resentimiento hacia él.

Un director de cine español camina por las calles de Vigo y piensa en una posible película que finalmente termina siendo filmada por dos cineastas argentinos: Malena Solarz y Nicolás Zukerfeld. En “Una película hecha de” hay todo tipo de situaciones que se necesitan, de alguna manera, para hacerla.

MERCEDES BENÍTEZ - mbenitez@labutaca.com.ar | @Mercyty