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VARIEDADES | 5/9/2020
   
María Staudenmann presenta su primera novela "Lo que me hizo Fernández"
La autora ya tiene pensado escribir la segunda parte de la historia
 
 

 

Una singular historia de amor entre dos escritores con visiones distintas frente a la literatura es el tema central de la primera novela de María Staudenmann, "Lo que me hizo Fernández", donde la parodia, el sarcasmo y la frescura del ambiente resaltan y despegan del fondo la historia de los protagonistas.

La escritora Lucía Campos, la protagonista, "una mujer que solo tenía cincuenta años recién cumplidos", menopáusica, se enamora de un escritor mucho más joven que ella, Carlos Fernández. Ambos pertenecen a dos universos distintos y tienen dos miradas desencontradas sobre la relación entre la literatura y la vida.

La novela publicada por la Editorial Azul Francia es como un coito interruptus. Un orgasmo interrumpido por un portazo. Un amor truncado. La novela acaba, los protagonistas no. Por esto y a partir del asombro de la recepción, la autora se entusiasma "al punto de meterle pata a la escritura" con la segunda parte de la historia. Ya lo tenía pensado pero tras la recepción del libro se siente más motivada para seguir adelante a buen ritmo. Aunque aclara que esta "segunda parte es otra cosa: una concepción de novela distinta, con objetivos, formas y registros diferentes".

+ ¿Cuál es tu mirada como escritora sobre los mundillos literarios?

- Así es: son los mundillos literarios, no el mundillo literario, como en algún momento de la novela define Campos, mi protagonista, desde una mirada bastante acotada y un poco injusta. Porque ella y yo tenemos similitudes, pero también diferencias. Y en relación al ámbito literario no pensamos exactamente igual. Ella es mucho más escéptica, desconfiada y desagradecida que yo. Con esto quiero decir que los pasajes de parodia y crítica los escribí un poco en serio y un poco en broma. En lo personal, y a diferencia de Campos, creo que los espacios de encuentro e intercambio literario no pueden generalizarse. Cada "cofradía" de escritores es un mundillo en sí mismo, con sus propias reglas, modos de legitimación, formas de consagración y maneras de relacionarse. Y hay de todo. En algunas cofradías, los eventos literarios (especialmente los ciclos de lectura) son una arena de egos en pugna. Esto es algo que no solemos decir, pero sé que es una sensación bastante compartida. Aquí se lucha por un lugar de luz, por un foco de atención; y ese anhelo es difícil de reconocer, ya que es vergonzante y "anti-cool". Pero es así. En estos casos, se trata más que nada de escritores escuchando a escritores, o incluso de escritores esperando el turno para ocupar la silla de invitados. Sin embargo, también hay cofradías de una generosidad enorme, que realmente buscan conocer la obra de otres desde un lugar sincero y desinteresado, y no sólo eso: también quieren difundir, generar un lugar de visibilidad para lo emergente. No creo, como dice Campos, que participar de estas prácticas no sirva para nada. En mi experiencia, muchas veces me han servido no sólo como espacio de encuentro con personas muy valiosas sino también como "termómetro" o primera aproximación a lo que podría ser la recepción lectora de mi obra.

+ ¿Cómo planteás la novela a partir de tu concepto de escritura?

- Para mí, la escritura es un exabrupto, una imposición que percibo como "externa", un "rayo" que viene desde no sé dónde pero que cae sobre mí. Mi escritura es pulsional. Y "Lo que me hizo Fernández" fue escrita desde ese lugar, ese no-yo del todo. Si me releo -y todavía no lo he hecho- sin duda me arrepentiría de muchas cosas. Y eso es porque no escribí desde la conciencia plena. Y por suerte dejé de corregir antes de tomar una distancia demasiado grande como para que el texto se desangre. Esta novela da plena cuenta de mi concepto de escritura: un proceso, una experiencia integral que como ser humano me involucra y me compromete en todos mis aspectos: cuerpo, mente, alma... y algo más, algo que no tiene nombre o tal vez sí: deseo. La persona humana es inagotable mientras desee. Hoy pienso que debería haber metido más literatura en el texto, mediatizar más los hechos; pero teniendo en cuenta mi forma de escribir, entiendo que hubiera sido imposible. Imposible o inviable, ya que no he sido dueña absoluta de mis palabras. El "rayo" me exigió un tema, un tono, una atmósfera, una forma de contar. Si hubiera pasado esas palabras por el tamiz "María", sin duda esas palabras tendrían menos color.

+ ¿El erotismo de Carlos Fernández está en el borde?

- Bueno... depende de lo que le resulte erótico a cada uno. Para algunes, los jueguitos de Fernández pueden ser largueros, inconsistentes y demasiado sutiles como para causar; para otres, el colmo de lo erótico. Es muy subjetivo. Y sin embargo, en toda esa subjetividad hay algo compartido: Y es raro y maravilloso el comprobar que ciertos rasgos de un personaje de ficción (que por otra parte siempre pensé como estereotipado) aparentemente no sólo existen en la vida real sino que también son percibidos de manera similar por personas diferentes. O será que lo real y lo compartido es la fantasía.

+ ¿Cómo se intercalan los relatos de los sueños en el concepto de novela?

- Los relatos de Lucía Campos incluidos en la novela me fueron necesarios para caracterizar a mi protagonista por completo. Los escribí especialmente: no es que ya los tenía y vi que funcionaban y los incluí. Son tan "parte de la novela" como cualquier otra. Además, que los relatos consistan en sueños obedeció justamente a esa necesidad de terminar de perfilar al personaje. Los sueños son sinceros e indiscretos, dicen sobre alguien las cosas que no se dicen, dicen la verdad.

+ ¿Cuál es el concepto de figura femenina que trabaja la novela?

- Campos es una mujer que no por no participar política y activamente del feminismo, deje de creer en sus postulados. En realidad, es una mujer madura, hija de otra época, que a partir de su encuentro con Fernández y lo que él le provoca encara un proceso de deconstrucción interior. Y ese proceso de deconstrucción no es sin conflicto, sin lucha. De hecho, intenté que toda Campos (su cuerpo, su mente, su corazón) sea un campo de batalla consigo misma, es decir, con su herencia machista, con los condicionantes culturales de su tiempo. No es fácil para una mujer de cincuenta y pico, nacida en los años setenta, tomar ese camino. En este sentido, Campos es una mujer que se hace fuerte sobre todo en el reconocimiento de sus fallas y debilidades, en la búsqueda de sus propios elementos constitutivos para, una vez encontrados, pararse como mujer desde otro lugar, uno de empoderamiento. En ella, la condición de mujer es más acto y no tanto discurso.

Fuente: TELAM


 
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